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Foto del escritorEd Rafael Ramos

El robo más doloroso: recuerdan el asalto a Museo de Pueblo Libre en que se destruyó el Tumi de Oro


El medio Infobae recordó la infausta fecha de ese año en que tres ladrones ingresaron al museo y se apoderaron de piezas extraordinarias en valor cultural para luego destruirlas y venderlas.


Pueblo Libre, 7 de febrero de 2023


Si hubo algo que marcó a los peruanos a finales de 1981 fue el robo de reliquias de nuestro pasado prehispánico en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, ubicado en Pueblo Libre.


Allí se perdió para siempre uno de los popularmente conocidos Tumi de Oro o ‘Cuchillos de Íllimo’, llamados así por su forma afilada y por el distrito de la provincia de Lambayeque, donde fueron hallados en 1936 en la huaca La Ventana, en la zona de Batán Grande. Una hermosa pieza con incrustaciones de piedras preciosas. Después de este suceso no se conoció más sobre este objeto de valor.


Robo al museo más importante del Perú


Sucedió en noviembre de 1981. Tres delincuentes ingresaron el viernes 26 al museo y lograron un robo sin antecedentes en la historia institucional del Perú. En total fueron 34 piezas de oro, plata y bronce, provenientes de las culturas prehispánicas, entre ellas uno de los tres tumis de oro.


Los ladrones también se llevaron vasos ceremoniales de oro y plata, pectorales, keros, collares, orejeras, sonajas, entre otras cosas de valor.


Las investigaciones y sospechas


El “robo del siglo” se le empezó a decir a este cometido. A la par, la Policía Nacional del Perú (PNP) inició con las investigaciones. Se pudo deducir rápido que el trío de delincuentes recibió información desde dentro del museo o que habían trabajado allí, al sospechar que los criminales conocían demasiado bien cada parte de las instalaciones y zonas del museo.


Uno de los motivos principales era que la “Sala de Oro”, la atracción del museo fue prácticamente saqueada y destruida. Según contaron los testigos, los ladrones ingresaron armados y encapuchados por la parte posterior del lugar y redujeron a los tres guardianes, además de dos niños (hijos de un seguridad). El siguiente paso fue desconectar la mayoría de las alarmas.


Fueron directo a la bóveda e intentaron abrirla con la clave, pero no pudieron. Sin embargo, se las ingeniaron y lograron ingresar por otras vías. Tenían las bolsas tan llenas (según una autoridad pesaba 6,9 kilos) que, al intentar correr, dejaron tiradas en el piso un pectoral de plata, tres orejeras de oro, vasos y sonajas.


Días después se pudo conocer que una alarma sí sonó en la madrugada del robo por varios minutos, pero luego fue desactivada por los ladrones. Sin embargo, “nadie la escuchó”. La policía llegó al museo cuando los guardianes pudieron desatarse y hacerla sonar de nuevo.


Los agentes del orden armaron de inmediato un operativo gigante para capturar a los autores del hurto. El aeropuerto y las carreteras al norte, sur y centro del país fueron custodiadas. Hasta la Interpol fue notificada del robo patrimonial, pero no se capturó a los rateros en los siguientes días. Nada daba resultados.


Se hicieron “retratos hablados” de uno de los asaltantes que se quitó, por unos segundos, la media que distorsionaba su rostro; se buscaron las huellas de otro delincuente que había tocado una puerta sin guantes, pero en las semanas siguientes parecía que no había ninguna pista.


Otra gran sospecha de que los malhechores estaban vinculados al museo era que los perros que cuidaban el lugar no actuaron con agresividad. Al contrario, ni se inmutaron y dejaron pasar a los ladrones. Sin embargo, todas las sospechas de la PNP quedó allí y la PIP se hizo cargo directamente de las investigaciones, con el apoyo de la Guardia Civil.


Identificación y captura de los delincuentes


Todo estaba muy complicado, al punto que la PIP y la Guardia Civil pasaron las fiestas de fin de año trabajando para atrapar a los delicuentas. Además, se añadió más personal. Poco a poco, ya en el verano de 1982, las pistas fueron consolidándose, y los sospechosos fueron apareciendo en el radar policial.


El 19 de abril de 1982 se hizo una rueda de prensa donde se dieron detalles de las pesquisas de los cinco meses de investigación. Se mostró cómo quedó lo que restaba del Tumi de Oro, que había sido deformado completamente con golpes de comba y pincel, se veía hundido. Y se difundieron los nombres de los ladrones. Por otro lado, hasta ahí se había encontrado 890 gramos de oro, entre ellos la cabeza del Tumi.


Manuel Valdivia Heredia (25 años), un obrero de carpintería metálica, de 25 años; Eduardo Rocca Vásquez (26 años); y Fernando Solano López (25 años) eran los autores de este delito. El primero fue el autor intelectual y material del robo. “Había realizado algunos trabajos en el museo, por lo que estaba enterado de la gran riqueza que guardaba”, según informó la PIP.


Valdivia Heredia fue el primer detenido (17 de abril). Fue encontrado en su casa del jirón Cangallo, en Barrios Altos, cerca del taller de carpintería donde trabajaba gracias a la tarea del área del Archivo Central de Inteligencia de la PIP, que investigó a cada trabajador y personal técnico, así como a trabajadores independientes que habían hecho labores eventuales en el museo.


Hallar al principal autor del robo fue clave para encontrar a los otros dos actores de este hurto. Al día siguiente (domingo 18 de abril), Rocca Vásquez y Solano López fueron encontrados. Los tres quedaron en manos de la Quinta División de Robos de la PIP, quienes tenían planeado viajar a Europa para librarse del crimen.


Final amargo


Lamentablemente, no hubo piezas que se recuperaron de forma completa. Los tres desadaptados se encargaron de trozar las 34 piezas prehispánicas con cinceles. “Para poder repartirse en partes iguales el botín”, confesaron después.


Otro terrible golpe para el Perú fue que muchos de los fragmentos ya habían sido fundidos y vendidos en marzo.


Días después, el 21 de abril de 1982, se comunicó que se había encontrado, en un buzón postal del Aeropuerto Jorge Chávez, unos 53 fragmentos de oro adicionales. Los restos estaban metidos en un “triple sobre en blanco” que no tenía destinatario ni dirección. Estos pertenecían a un vaso-sonajera, a una orejera, a un pectoral y a un collar de 24 vueltas del museo.

Fuente: Infobae




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